Marketing digital dentro de la industria 4.0

¿Realmente estamos saliendo de la crisis?

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Según los organismos oficiales y los estadísticos que suministran material a sus departamentos de prensa, no cabe la menor duda de ello. Sin embargo, la realidad es más compleja. La interminable recesión originada como consecuencia de la crisis de Lehman Brothers en 2008 y el desplome del ladrillo en Estados Unidos y otros países -entre ellos España- se ha llevado no solo un porcentaje del PIB, sino también el mundo que conocíamos: mercados locales, bipartidismo político, industrias de corte tradicional y puestos de trabajo para toda la vida. Todas estas carencias se reflejan en un sentimiento generalizado de incertidumbre y pesimismo.

Si el mundo que nos espera jamás volverá a ser como fue, resulta peligroso refugiarse en la nostalgia, o en la idea de que hay un futuro resplandeciente a la vuelta de algunas aventuras que nos permitan resolver determinadas cuestiones ideológicas del siglo XX aun quedaban pendientes, como el problema catalán, la disyuntiva monarquía-república u otros espejismos por el estilo. Puesto que el futuro no está escrito, conviene empezar a pensar en el mejor modo de escribirlo nosotros mismos, con las herramientas disponibles y a partir de tendencias actuales.

En los últimos tiempos estamos viendo cómo en el País Vasco empresas antaño potentes e integradas en su entorno local, como Fagor, la Naval o CEL, desaparecen del mapa por culpa de la mala gestión y la competencia procedente de países de ultramar como China, la India o Turquía. Nos tranquilizamos pensando que podemos arreglarlo con jubilaciones anticipadas, quiebras pactadas y una reforma fiscal que baje el impuesto de sociedades del 28 al 25 por ciento. Al mismo tiempo, rezamos para que la política no se salga de sus carriles produciendo en Euskadi una estampida empresarial como la de Cataluña.

Se habla de reindustrialización, emprendimiento, capital riesgo, economía digital. Tenemos a vuelta de calendario una nueva edición de Basque Industry 4.0, con presentaciones de luxe en el Kursaal de Donostia, discursos de autoridades y proyectos tecnológicos sofisticados para controlar stocks de almacén o saber si quienes están accediendo al sistema de control de la fresadora son técnicos de mantenimiento o hackers. Las instituciones ponen en marcha programas de ayuda millonarios para la digitalización e internacionalización de empresas. Se programan misiones comerciales para algunos destinos con respecto a los cuales existen expectativas de negocio poco claras: Londres, Escocia, Baviera, Quebec.

Todo eso está muy bien. Pero la pregunta es: ¿hasta dónde llega el compromiso real de la política y la sociedad civil con la escena del emprendimiento y con eso que llaman «Nueva Economía»? ¿Se está creando un ambiente favorable a la iniciativa y a la creación de nuevas empresas, o tan solo nos limitamos a cumplir el expediente repartiendo las ayudas públicas disponibles? ¿Estamos dispuestos a llegar más allá de las palmaditas en la espalda a esos adolescentes que se han montado un club de impresión 3D en su instituto, mientras el resto del mundo mira con mal disimulada sorna? ¿Hay voluntad para abandonar zonas de confort consolidadas durante décadas por tradiciones familiares y administrativas? ¿Existe curiosidad hacia los adelantos tecnológicos y el cambio, o seguimos al rollo de siempre: la cuadrilla, el fútbol y las tertulias radiofónicas? ¿Entendemos realmente de qué va todo esto y qué es lo que está en juego, o preferimos refugiarnos en la esperanza de que con el tiempo y llevando bien la gestión todo volverá a ser como antes del 2008, o casi?

Hallar la respuesta a estas preguntas es dífícil. También te puedes meter en líos si lo intentas. Pero resulta del todo necesario si se quiere avanzar hacia una solución efectiva para los grandes problemas de nuestro tiempo: estancamiento económico, paro, crisis demográfica y medioambiental, etc. La crisis no es el resultado de estadísticas ni de estados de ánimo colectivos. Hay crisis cuando nos vemos obligados a hacer frente a una necesidad ineludible: desmantelar sectores tradicionales de la industria para reemplazarlos por otros nuevos. He aquí el dilema: innovación o business as usual.

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