Esta es una noticia que podíamos leer en los medios hace pocos días. La industria vasca recupera su peso en el conjunto de la economía, pero sin crear empleo neto. La participación del sector industrial en el empleo, que estuvo en cotas inferiores al 20% durante los peores años de la crisis, ha remontado hasta el 23,5%, restableciendo con ello los niveles del año 2007. Teniendo en cuenta el valor que las políticas económicas posteriores al ladrillo otorgan a las estrategias de reindustrialización, esto se valora como una buena noticia. No lo es tanto, sin embargo, si tenemos en cuenta la pérdida de puestos de trabajo, y que todavía no se ha visto compensada por efecto de la recuperación: 28.000 empleos menos en la industria.
A este descenso han contribuido también sin duda alguna los incrementos de productividad. Gracias a la digitalización, Industria 4.0 y otros adelantos, el mismo trabajo puede ser llevado a cabo ahora por un número menor de empleados. No solo en la industria, sino también en el sector servicios, en el comercio y en la administración. Estas tendencias van a continuar en el futuro. De ahí la importancia de complementar el esfuerzo de reindustrialización -en sí meritorio, pero que no tiene mucho sentido si no hay nadie dispuesto a comprar las máquinas y los bienes de equipo que se producen- con estrategias comerciales adecuadas.
La búsqueda de nuevos mercados, tanto en el exterior como dentro del espectro de oportunidades que ofrece una economía en pleno proceso de reestructuración, es hoy una necesidad ineludible para conseguir que el avance de la automatización se convierta en una cantera de oportunidades y no en un destructor de empleo.
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